Nacimiento del Programa Centroamericano de Formación en Telecomunicaciones y Radiodifusión para Comunidades Indígenas y Rurales
“El programa no solo fortaleció mis conocimientos técnicos, también me enseñó el valor de la empatía, la escucha activa y el trabajo en equipo. Nos permitió conocer realidades diversas de Centroamérica y ampliar la perspectiva sobre los desafíos y sueños de nuestras comunidades.”
Edvin Velázquez, joven maya itzá de Guatemala
Pensemos en un escenario: una plaza, árboles, niños jugando, tierra húmeda, siembras, sol, ríos, mares, sonidos de caracolas y personas reunidas. Nos puede sonar familiar, vivimos o hemos estado en algún lugar así, esto porque así son muchas comunidades rurales de Latinoamérica, y Centroamérica no es la excepción.
En algunas de estas zonas, además de este paisaje vivo, también podemos visualizar antenas de diferentes tipos y quizá hasta paneles solares. Sin embargo, lo cierto es que gran parte de estas comunidades enfrenta un acceso desigual a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Por muchos años, desde nuestra región, organizaciones que trabajamos en temas de comunicación en comunidades rurales observamos experiencias de formación que florecían en México, Argentina o Brasil, y nos preguntábamos cuándo llegaría el momento de tener algo así en Centroamérica.
Ese momento llegó. No por casualidad, sino como nacen las iniciativas transformadoras: de un sueño colectivo. Un sueño que se hizo realidad al encontrarnos con las personas y organizaciones que compartíamos la misma visión. Así nació el Programa Centroamericano de Formación en Telecomunicaciones y Radiodifusión para Comunidades Indígenas y Rurales.

El primer paso de este sueño se dio en el 2023, en Costa Rica, donde un encuentro presencial reunió a organizaciones claves como la Red Centroamericana de Radios Comunitarias Indígenas, la Escuela Mesoamericana de Liderazgo, REDES A.C., la Cooperativa Sulá Batsú y Rhizomatica; organizaciones con mucha experiencia en acompañamiento a procesos comunitarios, y que juntas reflexionamos sobre las necesidades de capacitación para fortalecer los proyectos de comunicación y telecomunicaciones comunitarias e indígenas en la región.
Ese fue apenas el inicio. Tras una convocatoria abierta, 25 comunicadoras y comunicadores indígenas y de comunidades rurales fueron seleccionados para participar, provenientes de El Salvador; los pueblos Maya, Kaqchiquel y Q’eqchi, de Guatemala; Guna y Embera, de Panamá; Garífuna y Miskito, de Honduras; y Ngäbe y Cabécar, de Costa Rica.

La primera fase, desarrollada durante todo el 2024, se enfocó en el fortalecimiento de capacidades en temas como estrategias de comunicación comunitaria, electricidad básica, redes comunitarias, telecomunicaciones, gestión de proyectos y energía solar. Los módulos se realizaron en El Salvador, Guatemala, Belice y Costa Rica, donde además se conocieron experiencias locales y, como parte del aprendizaje práctico, se acompañó la instalación de una red comunitaria de internet en radio Kamolbé en Cobán, Guatemala.
Pero más allá de lo técnico, lo que se ha estado construyendo ha sido un espacio de encuentro, confianza y sueños colectivos. Soñamos con el rescate de nuestros idiomas, de la danza, de la independencia cultural y territorial. Soñamos con poder decidir sobre nuestro propio horizonte telecomunicativo, con cuidar nuestros conocimientos, historias y modos de vida ancestral, y nos encaminamos, en conjunto, a que estos sueños se vayan haciendo realidad.
Voces desde la experiencia

El valor de este programa se entiende mejor a través de quienes lo vivieron. Rosa Concepción Ajanel Ajpacajá, mujer maya kiché de Totonicapán, Guatemala, comparte de esos nervios y dudas cuando estamos a punto de emprender un nuevo camino de aprendizaje:
“Al momento del encuentro con los compañeros de otros países me sentí algo incómoda porque no sabía cómo eran ellos… después de todo nos convertimos en grandes amigos. Los temas me costaban, pero los talleristas nos compartieron grandes conocimientos.”
No todo es sencillo y como seres humanos vivimos desde sustos, enfermedades y cansancio. Esto fue algo que se vivió en el programa; sin embargo, hay otras cosas que destacan, como el aprendizaje técnico que se convirtió en un puente hacia la autonomía y la equidad:
“Me llevo el conocimiento y la similitud de las culturas de las comunidades indígenas de los países, la amistad y el compañerismo… antes yo pagaba para que me hicieran los cables de red o de audio, ahora soy capaz de realizarlos. Aprendí a editar audios y videos, y eso me da una gran satisfacción como mujer.”
Este Programa busca potenciar las capacidades de las mujeres, facilitando su acceso a roles técnicos de los que tradicionalmente han sido excluidas; superar la limitación que las relega a labores de organización y cuidado, para reconocer y aprovechar su capacidad integral en todos los ámbitos.

Por su parte, Ismael Francisco Chavajay Tzoc, joven maya tz’utujil, destaca la riqueza del intercambio generacional:
“Lo que más me impactó fue la verdadera unificación de saberes. Había personas adultas con un recorrido amplio en la radiodifusión y estábamos los jóvenes, con ideas frescas y ganas de innovar. No era enseñanza en una sola dirección, era aprendizaje mutuo.”
Para Ismael, el programa trascendió lo técnico:
“Cada sesión era un espacio de diálogo e interacción donde todos aprendíamos. Esta experiencia moldeó mi camino y reforzó mi compromiso de trabajar por el bienestar de nuestras comunidades.”
Este diálogo de saberes demostró que la verdadera innovación nace de la escucha colectiva. Una visión que se enriquece al compartir las distintas realidades de la región. Desde Honduras, Nahúm González, joven garifuna, comparte una mirada complementaria sobre la experiencia:
“Más allá de lo técnico, entendí que las energías limpias representan independencia y sostenibilidad para nuestros pueblos.También aprendimos sobre redes inalámbricas comunitarias. Conocer cómo conectar escuelas y centros comunitarios en zonas remotas fue una experiencia transformadora. Me motivó a pensar en cómo replicar estas iniciativas en mi región, promoviendo la autonomía digital y la colaboración entre comunidades.”

Nahúm vincula lo aprendido en los módulos con los desafíos sociales y ambientales de sus comunidades y cómo la tecnología se revela como una herramienta clave para la autogestión comunitaria.
A pesar de los retos experimentados, se generó una red de apoyo que transformó el desafío personal en un compromiso colectivo, como lo vivió Joyce Mezúa, de la Comarca Emberá Wounann, de Panamá:
“Al inicio se sintió abrumador y desconocido, era la primera vez que trabajábamos temas tan técnicos en comunicación, y sentía la responsabilidad de compartir lo aprendido con mi comunidad. Uno de los momentos más difíciles fue organizarme entre el programa y mis estudios universitarios, pero con el apoyo de mis compañeros logré superar los retos.«
Este programa logró, más allá de la formación técnica, crear un espacio donde el sueño colectivo se convirtió en acción. Reunió a comunicadoras y comunicadores indígenas y rurales, unidos por luchas y emociones similares, forjando una red de apoyo y confianza entre todos los países participantes, como nos comparte Joyce:
«Me llevo muchas experiencias y un fuerte sentido de comunidad. Aunque éramos de distintos países, al reencontrarnos no nos sentíamos como extraños. Programas como este son vitales para fortalecer el liderazgo y la autonomía de las comunidades indígenas, afrodescendientes y locales.«

Actualmente, se está culminando la segunda fase del programa la cual consistió en el desarrollo de proyectos comunitarios con apoyo de microsubvenciones. Esto permitió a los participantes incidir en sus comunidades y fortalecer áreas como la preservación cultural, el desarrollo de capacidades locales, el empoderamiento juvenil, el acceso a tecnologías y la visibilización de identidades indígenas. Además, permitió a los participantes aprender sobre el desarrollo de proyectos desde su ideación, presupuesto, coordinación, rendición de cuentas y seguimiento.
Esperamos que este sea el primer paso de un camino donde, guiados por nuestra identidad y con el trabajo de nuestras manos, sigamos transformando la realidad de nuestra región.

Este artículo fue publicado originalmente por Comunicares.