Opinión: El Fondo de Solidaridad Digital y The Economist

Por Willie Currie, programa de políticas de información y comunicación de APC NUEVA YORK, EEUU,

El 10 de marzo de 2005, The Economist publicó una serie de informes y un editorial sobre la brecha digital en el cual ridiculizaba el Fondo de Solidaridad Digital (DSF), que había sido bien recibido por los gobiernos en la PrepCom 2 de la CMSI que se desarrolló en febrero en Ginebra y debía lanzarse el 14 de marzo de 2005.


En su editorial sobre “la verdadera brecha digital”, The Economist decía lo siguiente sobre el Fondo de Solidaridad Digital:


• Que el 14 de marzo las Naciones Unidas lanzarían un “Fondo de Solidaridad Digital”


• Que tener una varita mágica para hacer aparecer una computadora en cada hogar del planeta es el tipo de cosa que promueve el nuevo fondo de la ONU


• Que las empresas de tecnología que operan en los países pobres serán alentadas a donar 1% de sus ganancias para dicho fondo.


Nada de eso es cierto.


El Fondo de Solidaridad Digital NO es un fondo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se trata de una fundación independiente, creada según la legislación suiza.


El DSF tiene objetivos y recursos financieros modestos, y no pretende llevar una computadora a cada hogar del planeta.


El mecanismo financiero no consiste en pedirle 1% de sus ganancias a cada empresa de tecnología que opera en los países pobres. Se trata de un arancel de 1% sobre las contrataciones públicas de adquisición de tecnologías de la información (TI) que las municipalidades pueden aplicarle a los ganadores de las licitaciones. La diferencia entre ambas vías de financiación es enorme.


Podemos preguntarnos: ¿Por qué The Economist brindó información tan errónea?


El grado de exageración de la afirmación de que el DSF se proponía llevar una computadora a cada hogar y conseguir los fondos para hacerlo aplicando un impuesto general a las empresas de TI es, por lo menos, algo curioso.


Podría ser una acción deliberada, pensada para destruir la credibilidad del DSF desde su concepción. En sí misma, esta es una cuestión menor. Pero The Economist se burla del DSF y, a la vez, anuncia con bombos y platillos que la telefonía móvil es la solución REAL para la brecha digital.


The Economist opina que internet no tiene ninguna utilidad para los pobres, que son analfabetos y tienen otras necesidades. Menciona a la Fundación Bill y Melinda Gates como una institución que pone a la salud en primer lugar, antes de la difusión de las computadoras. Postula una investigación presentada en una conferencia de Vodafone que no se nombra.


De modo que la mayor firma de software del mundo y la mayor compañía de telefonía móvil del planeta creen que los teléfonos móviles son más útiles para la gente pobre que las computadoras e internet.


Sólo para quedar bien, The Economist presenta algunas cifras del Banco Mundial “que muestran que la gente pobre de los países en desarrollo gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en telecomunicaciones que las personas de los países ricos. Pero todo esto no son más que pruebas indirectas del impacto de las telecomunicaciones móviles sobre el crecimiento económico. Después de todo, a medida que la gente se enriquece, tiene más dinero para gastar en cosas tales como llamadas telefónicas”.


Sin embargo, otra investigación a cargo del Link Centre de Sudáfrica muestra que en Uganda, la vitrina de la telefonía móvil en Africa, 95% de los y las encuestados/as dijeron que el costo de las llamadas les impide utilizar más sus teléfonos celulares.


Básicamente, The Economist está haciendo propaganda.


El trabajo ideológico que hace The Economist parece apuntar a una reafirmación de la dominación de las fuerzas del mercado como solución a los problemas del desarrollo. Esa parece ser una tendencia creciente de los medios de comunicación de los países industrializados. Alcanza con ver, por ejemplo, la investigación del New York Times sobre la entrega de videos de noticias que hace el gobierno de Bush y la aquiescencia de la red de televisión ante el engaño (que coincidentemente se publicó el 13 de marzo de 2005).


Sin duda, The Economist podía haber planteado su punto de vista sin calumniar a la ONU y al DSF. ¿O se trata de una señal de la leve histeria de los mecanismos ideológicos de los países industrializados con los países en desarrollo, que están perdiendo la paciencia con el fundamentalismo de mercado y empiezan a pensar que los objetivos del desarrollo requieren algo más que el mero éxito de Vodafone y Microsoft?


Hay otras maneras de “superar la brecha digital” en las que el uso de las fuerzas del mercado no son sino un mecanismo más, y no el único.


Está emergiendo un nuevo paradigma para la información y la comunicación para el desarrollo basado en un nuevo enfoque del acceso abierto a las redes y servicios de TIC para todos los proveedores de servicio y las personas que utilizan nuevas tecnologías, como el acceso inalámbrico a internet. Se buscan nuevas maneras de vincular la financiación de los sectores público y privado para multiplicar el uso de información y comunicación para el desarrollo. También influye sobre el efecto de internet, como bien público mundial, en su rol de proveedora de servicios posibles gracias a las TIC a los sectores pobres y creadora del tipo de sinergias entre los gobiernos locales y la ciudadanía que el DSF pretende promover.


El DSF –con el foco puesto en las autoridades municipales y locales- es clave para movilizar recursos y sociedades, así como para dirigir la atención hacia la importancia de extender los servicios de TIC para alcanzar a los sectores pobres. La afirmación de The Economist de que “la brecha digital que realmente importa es la que hay entre quiénes acceden a la red móvil y quiénes no” es estrecha y vacía. La brecha digital no se puede superar sólo con una tecnología. Se requiere algo más. Otro mundo de comunicación y desarrollo es posible.




Autor: —- (Willie Currie, programa de políticas de información y comunicación de APC)
Contacto:
Fuente: APCNoticias
Fecha: 01/04/2005
Localidad: NUEVA YORK, EEUU
Categoría: Democratización de la comunicación



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